¿Educación musical, entretenimiento o musicoterapia?
- José López
- 26 abr 2017
- 2 Min. de lectura
La educación musical tiene como objetivo principal la enseñanza de la música. Durante las clases, los niños aprenden a tocar instrumentos, leer notación musical y desarrollar habilidades musicales. El educador evalúa el progreso de las clases con la base y el fin de que el niño aprenda música, con los objetivos de la enseñanza de la teoría y la práctica musical.
A diferencia de esto, un musicoterapeuta no enseña ni pretende enseñar música, sino que la usa como medio para lograr objetivos terapéuticos, por ejemplo: la verbalización de un niño con autismo, el movimiento coordinado de un niño con parálisis cerebral, el aprendizaje de conceptos espaciales de un niño con discapacidad intelectual, etc.
Cualquier persona puede participar en las sesiones de musicoterapia, sin importar su habilidad musical, ya que, como hemos dicho antes, el fin no es aprender música, sino aprender otras habilidades a través de la música. Es por tanto responsabilidad del musicoterapeuta adaptar la música, los instrumentos y actividades a las posibilidades del participante.

A pesar de que algunos educadores musicales son extraordinariamente hábiles para tratar con niños con necesidades especiales, su educación no garantiza que puedan (o deban) hacerlo. Los musicoterapeutas, en cambio, estudian para trabajar con estas poblaciones en particular. También realizan valoraciones terapéuticas iniciales, planes de tratamiento individualizados y documentación de resultados conductuales no musicales para cada niño. Incluso si trabaja en sesiones grupales, las actividades se adaptan para las necesidades y posibilidades de cada niño.
La diferencia principal entre la música como entretenimiento y la musicoterapia es el objetivo. El musicoterapeuta busca que sus pacientes pasen un buen rato, ya que la característica de la música, el ser placentera, es uno de sus mayores atributos. Sin embargo, la industria de la música tiene como fin el entretenimiento. Como ya dijimos, el musicoterapeuta tiene objetivos terapéuticos (además de la diversión) acordes con cada niño. Adapta, modifica, simplifica, arregla la música a las necesidades del niño. El musicoterapeuta no pretende nunca dar un concierto; pretende que la música tenga un efecto en el niño y, con eso, su conducta se modifique de manera específica.
Otra diferencia importante tanto con la educación musical como con el entretenimiento es que el musicoterapeuta usa la música dentro de una relación terapéutica. Si bien es cierto que usar la música como diversión puede ser "muy terapéutico" y en cierta medida, todos la usamos así intuitivamente, para que un proceso se llame musicoterapia debe haber tres elementos: un profesional calificado, un paciente con necesidades específicas y la música. ¿Por qué? Porque el musicoterapeuta calificado usará la música, su conocimiento del paciente, su conocimiento de la enfermedad, discapacidad y/o necesidad especial, otras habilidades y actividades, y su relación con el paciente, como elementos terapéuticos.
Es decir, el musicoterapeuta utiliza su capacidad de relacionarse, influir, ser influido y modificar conductas como elementos para apoyar el desarrollo de su paciente.
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